| Descripción |
La singularidad de la obra de Carlos Pazos reside en la combinación de humor y ternura con un no menos visible componente perverso, cuyo resultado consiste en cortocircuitar la sensibilidad del espectador. Pazos realizó estudios de arquitectura y diseño en la Escuela Eina de Barcelona, y en la década de los setenta entró a formar parte del movimiento conceptual catalán, centrando su actividad en la investigación sobre el cuerpo del artista, realizando instalaciones y performances. De esa época datan proyectos como "Voy a hacer de mí una estrella" (1975) y "Conocerle es amarle" (1977), en los que un Pazos fascinado por el glamour y la transparencia entre vida y obra fabrica un personaje que apenas puede distinguirse de su biografía. En los años ochenta empezaría a producir un arte material compuesto por collages, dibujos y textos, y poco después creará assamblages, del tipo de la obra que aquí comentamos. Confluyen en la creación de ese mundo característicamente abigarrado y kitsch la memoria y el coleccionismo, que es una forma extensa y material de la memoria (en su caso inseparable de la actividad artística). Como el propio Pazos escribe, su propósito no es otro que "cazar y disecar recuerdos para convertirlos en souvenirs". Entendemos así mejor sus búsquedas de objetos triviales, ligados a los primeros recuerdos infantiles, esas atalayas desde las que un niño soñador alcanzó a ver un mundo que luego nunca ha podido encontrar. La yuxtaposición, lo fragmentario y la inserción en contextos imprevistos los "diseca". Y es la relación con el título lo que remata la operación y neutraliza toda posible gravedad o trascendencia.
Con un título como "Nada es como antes" (1995) podíamos esperar una meditación melancólica sobre un pasado mejor. La botella de vino etiquetada con la bandera de España y el oso de peluche (uno de los fetiches de Pazos), todo ello embutido en una chistera colocada sobre un libro, de puro tópico, sin embargo, resulta inservible como monumento. Pero recordemos que se trata de souvenirs, y esa palabra ya casi en desuso, además de remitirnos a un tiempo pasado, introduce una dosis de ironía y distancia que evita que se conviertan en reliquias. Carente de referencia artística alguna, en su trivialidad y exceso de significación al mismo tiempo, es una obra demasiado ácida para ser pop y demasiado dulce para ser dadá. (Texto de José María Parreño, Catálogo Colección, CA2M, 2010).
|
